lunes, 19 de septiembre de 2011

QEPD, amigo

Nuevamente deje de escribir en mi blog. Tal vez por falta de tiempo, ganas o un tema. Hoy retomo, aunque no sé si me dure. Hoy si tengo una razón para escribir, un tema y un sentimiento y experiencia que quiero compartir. La entrada de hoy está dedicada 100% a un amigo de la infancia, que creció conmigo, que fue uno de esos “primos de cariño”, que con el tiempo dejas de ver. Alguien a quien quise mucho mientras tuvimos contacto, y que recién descubro, sigo queriendo.

Siempre me ha resultado difícil empezar a escribir las entradas, aun cuando se tiene un tema del cual escribir. En este caso, me resulta un tanto más complicado porque es un tema sensible y difícil. Escribir sobre la muerte no es algo que se haga todos los días, y describir lo que esta te hace sentir es una tarea casi imposible.

Este fin de semana, los accidentes de la Panamericana Sur y Javier Prado fueron noticia. Yo conocía a uno de los que fallecieron. Tenía 23. Escuchar de la muerte de una persona de tu edad, de por sí, ya es fuerte y chocante, pero que muera una persona que conoces y con quien has sido súper cercana es aún peor.

Mi mamá y su mamá (la tía Ingrid), se conocieron cuando la hermana mayor de Carlos Andrés (el que falleció), Pachi, fue alumna de mi mami en el nido. Carlitos era de mi edad y estábamos en la misma clase. Mi mami y la tía Ingrid se hicieron amigas, casi que mejores amigas, y desde ahí, Carlitos, Pachi y yo, fuimos inseparables en esa época. Yo iba a jugar con ellos a su casa y ellos venían a la mía. Tengo recuerdos ya de más grandes, como 5 o 6 años, que Carlos Andrés se volvió el típico niño fastidioso. Creo que en esa época él me gustaba. Creo que o también le gustaba a él, no sé. Con el tiempo, su mami y la mía dejaron de frecuentarse, y así perdí el contacto con ellos y sus otros 3 hermanos.

Años después, hace como 1 año y medio o 2, me encontré con Carlos Andrés en la universidad. Nos quedamos conversando como si nunca hubiésemos dejado de frecuentarnos, como si todavía fuésemos igual de cercanos, como si todavía fuésemos “primos de cariño”. Me comentó que hacía un par de semanas había encontrado un álbum de fotos de cuando estábamos en el nido, y habían fotos de él y yo de la mano y hasta dándonos un piquito. Me dijo que la tía Ingrid le contó que habíamos sido “enamorados” en el nido, y que yo había sido su primer piquito y obviamente el también el mío. Después de esa vez lo vi un par de veces más, pero nuevamente perdí contacto con él. Nunca se me ocurrió siquiera buscar en Facebook a él o a Pachi, con quienes fui más cercana.

Hoy fue el entierro, y de hecho el lunes más triste del año. Ver como se iba llenando el cementerio, en el lugar donde lo iban a enterrar, como llegaban chicos y chicas de mi edad, como entraba su familia, su papá y su hermano cargando su ataúd, todos en silencio, la oración del padre. Fue una escena tristísima. Creo que lo que más me impactó fue ver a su hermana menor, de 16 años, echándole tierra al ataúd, llorando, para luego ir a abrazar a su papá.

No sé ni cómo empezar a describir lo que siento. Pena, en principio. Pena por la familia, pena por los amigos cercanos, pena por él, por lo que dejo de vivir solo por una irresponsabilidad, por desafiar a la muerte, por creer que a él no le iba a pasar nada. Impotencia, porque no se puede hacer nada para evitar la pena que están sintiendo ellos, ni para evadir la que siento yo. Arrepentimiento sobre todo, por haber perdido el contacto y no haberlo buscado nunca. Siento como si hubiera perdido el tiempo, que ya no lo puedo recuperar. Siento como una oportunidad que pasó, que perdí. Ni siquiera se oportunidad de que, supongo que oportunidad de amistad, o no sé.

Parece una pesadilla. Siento que mañana me voy a encontrar con él, caminando por la calle, en la universidad o en una fiesta, y que va a ser como esa vez que lo vi después de mucho tiempo, pero que ahora vamos a mantener el contacto. Parece, realmente, una pesadilla. Es demasiado irreal. Estas son las cosas que nunca esperas que te pasen a ti, que sea tu amigo el que se muere, que sea una familia tan cercana a ti. No sé, debe ser la impresión, y el shock, pero el sábado y el domingo, he soñado con él. Eran sueños medio confusos. En uno era sobre su muerte, y la confusión que esta generó. En el otro, el estaba vivo, y estábamos conversando como si siempre hubiésemos sido amigos. Un poco frustrante, y triste cuando me desperté.

Estoy en shock, la verdad. Una cosa así, con alguien de tu edad, a quien conociste… no sé. No sé cómo explicar lo que estoy sintiendo. He hecho el mejor esfuerzo, pero una cosa como esta es difícil de poner en palabras. Me sirvió, por lo menos, para sacar este peso que horrible que tenía en el pecho. Espero que hayan podido entender lo que escribí.

Así que la entrada de hoy te la dedico a ti, Carlos Andrés, amigo de la infancia, primo de cariño, primer novio y piquito del nido, descansa en paz.

No hay comentarios:

Publicar un comentario